Los biocombustibles los usa el hombre desde que descubrió, y aprendió a usar, el fuego hace muchos miles de años. La leña fue el biocombustible que usó casi exclusivamente. En zonas muy pobladas los bosques fueron paulatinamente diezmados. Europa habría estado originalmente cubierta de bosques. En la isla de Pascua la tala indiscriminada fue una de las causas que llevó a la desaparición de la civilización pascuense que erigió los gigantescos moais (ver nota del 01-12-06 en este blog)
En la India un biocombustible muy usado es la bosta de las vacas que los chicos recogen, amasan y estampan en una pared para que el sol las seque. Cocinan en un brasero con las tortas resultantes.
El embargo petrolero de 1973 generado por la OPEC, que cuadruplicó el precio del barril de petróleo en 1974, de 3 a 12 dólares, obligó a buscar fuentes alternativas de energía. Una de ellas es la biomasa que incluye árboles, plantas, algas etc. que captan la energía solar por la fotosíntesis. Brasil fue pionero en obtener etanol por fermentación del azúcar de la caña y usarlo en autos, solo o mezclado con nafta. En Estados Unidos se prefiere hacerlo del almidón del maíz. El Congreso yanqui aprobó el año pasado una ley que prevé aumentar cinco veces el consumo de biocombustibles para disminuir la dependencia del petróleo importado. Esta decisión resultó en un aumento del precio internacional del maíz y del área sembrada. La Unión Europea, por su parte, ha decidido que para el 2020 el 10% del combustible para transporte sea biocombustible.
El boom actual de los biocombustibles se acentuó con el uso de aceites vegetales que se pueden modificar para reemplazar al gasoil (biodiesel). Uno de ellos es el de soja del que la Argentina es uno de los grandes productores mundiales. Sin embargo la producción de biocombustibles como el etanol y el biodiesel compiten seriamente con la producción de alimentos y serían una de las causas del incremento mundial de sus precios lo que alarma hasta al Banco Mundial. Este aumento está produciendo ya desastres en los países y poblaciones más pobres del mundo (“Across Globe Emptied Bellies Bring Rising Anger” The New York Times, 18-04-08) y la situación tiende a agravarse.
La fermentación anaeróbica de biomasa para obtener gas metano fue propuesta como alternativa en la década del setenta por usar desechos vegetales y orgánicos y no competir con la producción de alimentos. El método no prosperó, salvo para usos restrictivos como eliminación de desechos contaminantes de granjas porcinas en Italia, pues la rentabilidad sería negativa. Acá propusimos su empleo en la generación de metano a partir de camalotes en el Proyecto Hidroeléctrico del Paraná Medio. Los camalotes se hubieran acumulado en grandes cantidades en el embalse resultante y se podrían haber usado, vía metano, para generación termoeléctrica que atendería los picos de la demanda. En 1984 el proyecto se archivó.
Una alternativa de uso en gran escala de la biomasa requeriría poder degradar, económicamente, la celulosa en azúcares y fermentar éstos a etanol. La celulosa se encuentra presente en desechos vegetales, malezas, bosques, etc. Se han hecho grandes esfuerzos en este sentido pero los avances son lentos.
Mientras no se logre este proceso los biocombustibles solo serán una solución parcial de la crisis energética y un peligro mundial por el aumento desmedido del precio de los alimentos y la disminución de su disponibilidad.
La Madre Naturaleza tiene el dilema que ilustra el dibujo siguiente de Pat Bagley del Salt Lake Tribune de Utah.