En el 2009 publicaron un estudio (ver aquí) que analiza las relaciones entre la ciencia, la tecnología y los negocios desde el punto de vista de posibles efectos perjudiciales.
Es importante tener presente que en los últimos 20-30 años la mayoría de los gobiernos, tanto de países desarrollados como los demás, han advertido
el importante impacto que las innovaciones científicas y tecnológicas tienen sobre la economía, el desarrollo, la salud, etc. Por ello han priorizado el alentar y facilitar la vinculación entre la ciencia y la tecnología generadas en su país con el sector productivo buscando una eficiente y beneficiosa transferencia.
el importante impacto que las innovaciones científicas y tecnológicas tienen sobre la economía, el desarrollo, la salud, etc. Por ello han priorizado el alentar y facilitar la vinculación entre la ciencia y la tecnología generadas en su país con el sector productivo buscando una eficiente y beneficiosa transferencia.
El estudio de la SRG documenta algunos de los problemas que esas políticas pueden generar. El mismo esta focalizado en Gran Bretaña pero con una mirada mundial. Señala, por ejemplo, que la presión, en ese país, para que la ciencia y las universidades se comporten como empresas o corporaciones llevó, recientemente, a la creación del Department for Business, Innovation and Skills, dirigido por un solo Secretario de Estado, que absorbió a los departamentos de Educación y al de Comercio e Industria. Esta fusión puede comprometer la objetividad y transparencia en la generación y transmisión de conocimiento.
El estudio se focaliza en cinco sectores industriales: el farmacéutico, del tabaco, el militar, del gas y petróleo y el biotecnológico.
Dos de las cinco farmacéuticas más grandes del mundo son inglesas. En este sector resaltan, entre los problemas éticos posibles, la distorsión de los resultados en los ensayos clínicos de nuevas drogas y el ocultamiento de conflictos de interés. El primero es ilustrado con el caso del Dr. A. Blumsohn de la Universidad de Sheffield que participó, por contrato, del estudio de la droga Actonel de Proctor&Gamble. La compañía omitió el 40% de los datos experimentales que no eran favorables en publicaciones que fueron cuestionadas por el Dr. Blumsohn. La Universidad de Sheffield le ofreció 300.000$ para que se callara y cuando Blumsohn lo rechazó y fue a los medios la Universidad lo suspendió. El segundo problema, el del ocultamiento, lo ejemplifican con el caso del Dr.Joseph Biederman reconocido siquiatra infantil de la Universidad de Harvard y a quien se le atribuye el aumento del uso de antisicóticos en niños. Biederman ocultó a Harvard que había cobrado 1,6 millones de dólares de la industria que los fabrica.
El capítulo dedicado a la industria farmacéutica tiene más ejemplos con la bibliografía pertinente y concluye que las poderosas industrias farmacéuticas influyen en múltiples formas en la investigación científica en medicina, “orientando” los resultados de los estudios clínicos y creando conflictos de interés en la publicación y difusión de las investigaciones e incluso influyendo en los gobiernos en una estrecha agenda de salud que logra excluir áreas, como la prevención y otras, que no son “rentables”.
(Ver sobre este tema las notas en este blog del 20-5, 08-05 y 06-10 del 2009 y la del 7-11-08).
La industria del tabaco es enorme pese a que tiene muy pocos productos. Su relación con la salud ha sido controversial durante décadas. En los cincuenta sus científicos descubrieron que la nicotina era fuertemente aditiva lo que lograron ocultar al público durante dos décadas. Este conocimiento fue usado para que sus fitomejoradores buscaran aumentar la concentración de nicotina en las hojas para asegurarse una mayor dependencia y frecuencia de uso de los fumadores.
Las tabacaleras invierten grandes sumas en financiar proyectos de investigación que cuestionen los riesgos del tabaquismo y más recientemente el efecto deletéreo sobre los fumadores pasivos. La industria se ha unido para financiar generosas campañas pro-tabaco en los medios y con los políticos. En Alemania se demostró que más de 60 investigadores principales recibían fondos de las tabacaleras.
El capítulo dedicado a la industria militar es extenso dado que el gasto mundial llegó en el 2008 a la masiva cifra de 1,46 trillones de dólares y a que Gran Bretaña es el cuarto país con 4,5% del gasto mencionado. Los Estados Unidos lideran, por supuesto, con el 42% del total. Como el énfasis del complejo militar-industrial es en el desarrollo de nuevas tecnologías, la influencia sobre las universidades es obvia. Se gasta en I y D el doble de lo que se invierte en salud.
Como el tema resulta ajeno a nuestra realidad no lo trataré más salvo para señalar que el estudio omite mencionar los aspectos éticos del tráfico internacional de armas. Aquí hay un ejemplo.
Recuerdo de hace tiempo un librito muy impresionante: “Las Siete Hermanas” que describía a las siete petroleras transnacionales que habiéndose cartelizado, controlaban todo el enorme negocio petrolero. Pagaban poco a los países productores y fijaban el precio a los consumidores. La reacción fue la OPEP , la organización de los productores, que en 1973 hizo subir el precio del barril de petróleo de dos a ocho dólares provocando la crisis energética de esa época. Los cambios producidos desde entonces han sido drásticos. Actualmente el barril esta en 76 u$s habiendo alcanzado más de 150 u$s. En el 2007 se señalaron a la “Nuevas Siete Hermanas”: Saudi Aramco de Arabia Saudita, Gazprom de Rusia, CNPC de China, NIOC de Irán, Pavsa de Venezuela, Petrobrás de Brasil y Petronas de Malasia.
El estudio de la SGR se focaliza en las fuertes campañas de las petroleras para desacreditar la evidencia científica por la responsabilidad humana en el cambio climático por el creciente consumo de combustibles fósiles y el consiguiente aumento en la emisión de CO2. Tratan de crear un “escepticismo climático” y frenar la búsqueda de fuentes de energía renovables.
El reciente crecimiento de la Biotecnología y su diversificación son enormes. Se ha llamado al siglo XXI “El Siglo de la Biotecnología ” y tal vez lo sea. Su mercado global es considerable y su potencial ha atraído a las grandes corporaciones. Éstas ha tendido ha concentrarse mediante adquisiciones y fusiones en un número pequeño de ellas con el consiguiente monopolio de patentes y dominio del mercado. Están en condiciones sin precedentes de controlar comercialmente áreas como agricultura, alimentos y salud e influir en la investigación y desarrollo asociadas.
Importantes controversias éticas se han generado en las principales áreas de I y D en Agricultura (cultivos transgénicos), modelos animales de enfermedades humanas, y la comercialización del genoma humano, entre otras.
El estudio de SRG es bastante abarcativo y su temática muy compleja. Termina con conclusiones y numerosas recomendaciones básicamente para el gobierno británico.
Sin duda es cierto que la investigación científica y tecnológica está en la base de los avances en la medicina, en el aumento en la producción de alimentos para una creciente población mundial y en el crecimiento económico.
La globalización trajo la aparición de las corporaciones transnacionales con más poder, en ocasiones, que los países desarrollados. Las corporaciones son presionadas por la codicia de sus invisibles accionistas que pretenden mayores ganancias cada trimestre.
Esta situación se atenúa en empresas más pequeñas que pueden ser más sinceras al asumir su responsabilidad social empresaria. La honestidad de algunos ejecutivos, aún en las grandes corporaciones los lleva a intentar aplicar los valores sustentables en lugar de los situacionales como difunde Dov Seidman , fundador y CEO de LRN ( aquí) una compañía que ayuda a desarrollar culturas corporativas éticas.
Personalmente siempre apoyé la importancia y el papel beneficioso que la C y T puede ejercer en la sociedad y la conveniencia de favorecer la transferencia de sus logros.
El estudio descripto me siembra una duda al mencionar que se podría dar la paradoja de que la inversión en ciencia básica de calidad rinda, económicamente, más que la inversión en C y T aplicada a objetivos definidos o a fomentar la transferencia al sector productivo. Esta posición esta sustentada en un estudio de Grupo Russell: sobre 82 proyectos en 20 universidades muy activas en investigación: ocho de los diez proyectos con mayor retorno financiero fueron de investigación básica. Una crítica similar la formuló Edgerton (ver nota en este blog del 21/11/08).
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