El colesterol, integrante indispensable de las membranas de
nuestras células y en particular de nuestras neuronas, ha sido demonizado por
la industria de las estatinas por 40.000 millones de “razones” (ver mi nota
anterior en este blog del 10/03/2008, ver aquí)
Pese a tan formidable “poder de fuego” sobre la Medicina los efectos
adversos de las estatinas son cada vez más notorios. Generalmente se acepta que
las estatinas pueden producir debilidad, dolor y daño muscular (probablemente
por interferir con la síntesis de la Coenzima Q 10, esencial para la función
mitocondrial y la obtención de energía) Otro efectos adversos menos mencionados
son el aumento del riesgo de diabetes y una mayor incidencia de problemas
neurológicos, especialmente neuropatías, y mayor riesgo de enfermedades
neurológicas como el ALS y el Parkinson ( Wainswright et al. 2009, ver aquí)
Este año, la
evidencia que se acumula, ha llevado a la FDA (Food and Drug Administration) de Estados
Unidos a incluir en la información de seguridad de las estatinas el aviso de
que pueden inducir diabetes y producir trastornos cognitivos y pérdida de la
memoria. Los efectos adversos cognitivos son los segundos más frecuentes
después de los musculares. Se ha observado en la práctica médica una creciente
irritabilidad y enojo en usuarios de estatinas. Como los efectos cognitivos y pérdida de la
memoria se incrementan con la edad son llamativos los casos en que al suspender
la ingesta de estatinas se recuperan los procesos cognitivos y la pérdida de
memoria.
La prescripción de estatinas varía en diversos países. En
Alemania solo el 38% de pacientes cardíacos (con infarto y revascularización
coronaria) mayores de 75 años usan estatinas mientras que en Canadá solo el 23%
de los pacientes recibieron una estatina después del hospital. Habría una
declinación en la prescripción o uso de las estatinas.
Hay creciente evidencia de los efectos benéficos de los
cambios en el estilo de vida, no fumar, alimentación más sana y mayor actividad
física en los enfermos cardíacos y en los mayores en riesgo de serlo. Sin
embargo hay publicaciones médicas que señalan que estos recursos de prevención
y tratamiento están siendo muy poco utilizados por los cardiólogos por diversos
motivos ( Menezer 2012, ver aquí ) En particular el consumo de ácidos grasos poliinsaturados,
presentes en pescados de mar y en semillas como el lino y la chía entre otros
alimentos, en lugar de grasas saturadas reduce los eventos cardiovasculares y
las muertes asociadas. Similares efectos tiene el evitar el sedentarismo y mantenerse
físicamente activo.
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