El paradigma dominante en el siglo XX es que los hijos
heredan una combinación única de los genes de sus padres codificados en el DNA
que determinan las características de cada uno
desde el color de los ojos a la inteligencia. El desarrollo de cada
criatura está además influenciada por el medio ambiente, alimentación, trato,
etc, lo que no sería transmitido a la descendencia.
Hace catorce años, al comenzar el siglo XXI, se
descubrió que el tomate y otras plantas eran capaces de transmitir a su
descendencia señales del medio ambiente proceso que se llama epigenética.
Rápidamente observaciones similares se hicieron en animales y en el hombre
generando una controversia científica que se extiende.
Ratones expuestos simultáneamente al olor de la acetofenona
y a descargas eléctricas transmitieron a su descendencia, inclusive hasta la
tercera generación, una reacción de temor al percibir el olor de la droga( ver aquí). Se conoce el gen del receptor de la acetofenona en la nariz el ratón y
el mismo aparece con cambios de metilación de su DNA (mecanismo epigenético)
pero el mecanismo de transmisión parental mediante el esperma del ratón no se
conoce.
Investigaciones epidemiológicas en gran escala comenzaron
a mostrar efectos transgeneracionales en humanos. Por ejemplo en Inglaterra se
encontró que padres fumadores desde
chicos tenían mayor riesgo de que sus hijos fueran obesos. En el esperma de
hombres que fumen o no hay 28 micro RNAs que se expresan diferentemente,
característica que es hereditaria. Un estudio de los registros históricos en
Suecia mostraron que los hombres que de chicos habían pasado hambre tendían a
tener nietos menos propensos al enfermedades cardíacas y a diabetes que los
hombres que habían comido muy bien.¿ Porqué?
Explicar cómo funciona la epigenética transgeneracional es difícil. El
mecanismo no se conoce pero tendría mucha importancia si se prueba que se
transmiten de padres a hijos comportamientos como el temor (de los ratones a
cierto olor) la agresividad o el consumo de drogas (ver aquí).
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