Marcelo Cohen señala, en una entrevista en La Nación, (http://buscador.lanacion.com.ar/Nota.asp?nota_id=864058&high=cohen) la degradación del lenguaje por el uso abusivo de los lugares comunes, frases a veces incluso cultas, que por su reiteración se vacían de sentido. Este uso lleva a una comunicación mediocre carente de pensamiento propio, de originalidad, de libertad. El lenguaje masificado sería la base del mal de nuestro tiempo y se originaría en un excesivo apego a uno mismo, en un egocentrismo que sería la causa de todos los males, incluyendo el fundamentalismo y el terrorismo.
La observación de Cohen es acertada dado que el hombre pese a auto designarse como homo sapiens piensa muy poco muy pocas veces. El noventa por ciento de nuestras acciones diarias son hábitos, rutinas que realizamos sin pensar. Lo que hablamos, nuestra comunicación con los que nos rodean, también esta plagada de frases rutinarias, de lugares comunes, como Cohen señala, que repetimos mecánicamente, sin pensar. Así integramos esta sociedad masificada, mediocre, que genera la educación deficiente, la falta de respeto al otro, la inseguridad, y la política que la mayoría repudiamos.
¿ Cómo se puede salir de esta situación?
Pregunta de difícil respuesta. En el plano personal uno puede intentar quebrar algunas de las rutinas y hábitos que ahogan nuestro pensamiento. Limitar y filtrar críticamente el incesante flujo que nos percola continuamente desde los medios de comunicación, radios, periódicos, televisión y ahora Internet y celulares, que nos imponen “los temas del día”y nos los machacan condicionando la libertad de nuestro pensamiento. Podemos tratar de reducir nuestro egocentrismo y abrirnos más al otro, escucharlo. Podemos dedicar más tiempo al silencio creativo. Podemos intentar hablar menos y mejor.
¿ A vos que te parece?
(RES NON VERBA) Como no soy una vaca hablo (escribo) y te invito a opinar. La alocución latina "Hechos no palabras" me inducen a hacer algo además de hablar.
domingo, diciembre 03, 2006
sábado, diciembre 02, 2006
LA FORMACION DE CIENTIFICOS EN LA ARGENTINA
El actual Presidente del CONICET, Dr. Eduardo Charreau, manifestó cuando asumió que sería necesario incrementar en un período de 10 años el número actual de científicos, para lo cual se requeriría duplicar de 500 a 1000 el número de graduados que se doctoran anualmente en la Argentina en ciencias y llegar a una inversión en CyT del 1,5% del PBI, si se desea que lo que la Argentina produce y comercializa tenga valor agregado inteligente.
¿Cómo se logra la generación de nuevos científicos? Y ¿De qué depende la calidad que alcancen?
En la formación de científicos se pueden distinguir 3 etapas: a) la formación de grado, b) la iniciación en la investigación que es generalmente coincidente con la elaboración de una tesis doctoral, y c) la formación de postgrado.
La primera etapa, la obtención de un grado, se logra en las universidades. Pese a que las universidades nacionales son gratuitas no todos los jóvenes con capacidad potencial llegan. Dada la extendida franja de pobreza que aflije a nuestro país muchos no pueden completar el secundario y, a veces, ni el primario y quedan excluidos. Así se pierden irremediablemente talentos que el país no podrá recuperar.
En la Argentina hay conciencia de que la educación está en crisis en todos los niveles incluyendo el universitario. Un dato puntual insoslayable de esa crisis es que el promedio de la duración de las carreras es mucho mayor de lo que está planeado. Por ejemplo en todas las carreras de Ciencias Biológicas de las Universidades Nacionales el promedio de la duración de los planes era en 1997 de 5 años y medio pero el promedio de graduación era de 8 años y medio. Estimamos que en la actualidad sigue en esos valores (la Pág. de Estadísticas de la Secretaría de Políticas Universitarias está “en construcción”). Esta anómala y prolongada situación que perjudica a todos los graduados y no sólo a los futuros científicos no parece haber generado el análisis, debate y propuestas que la incongruencia amerita. Incongruencia porque la marcada discrepancia implica que los planes de estudios estarían mal diseñados (enciclopedistas, reiterativos, exceso de carga horaria, etc.) o mal ejecutados o una combinación de ambos tipos de razones. Siendo estas causas eminentemente académicas (no dependerían de los escasos recursos financieros) es inexplicable que no se rectifiquen. La magnitud del daño se puede apreciar en que, en esos tres años perdidos, el promedio de los graduados debería estar muy avanzado en sus tesis doctorales o en plena actividad profesional. En los países desarrollados el grado (Master o equivalente) se obtiene en 4-5 años y por lo tanto el postgrado, el Ph. D., a los 25-26 años, edad en que los argentinos recién se están graduando.
Otro problema con los graduados universitarios es la calidad de la formación adquirida por cada uno de ellos y la dificultad en evaluarla. Hace tiempo cuando el Dr. Guillermo Jaim Echeverry era Decano de Medicina de la UBA intentó negarse a firmar títulos de médicos cuyo promedio de notas en la carrera era de aplazado. Este fenómeno de títulos habilitantes otorgados con promedio aplazado sigue ocurriendo en diversas facultades del país, y no sólo de medicina. Lamentablemente la información estadística no está fácilmente disponible. ¿ Cuál es entonces el nivel de calidad de nuestros graduados universitarios?
La segunda etapa en la formación de científicos es el inicio en la investigación que sólo fue posible sistemáticamente en la Argentina a partir de 1958 cuando el Dr. Bernardo Houssay logró fundar el CONICET. Éste, con su sistema de becas y la carrera del investigador científico que permite a los jóvenes con mayor vocación y capacidad dedicar sus vidas a la investigación ha sido y es una institución esencial en el desarrollo de la Ciencia en la Argentina. Antes de 1958 el acceso a la investigación estaba limitado a quienes contaron con una renta que les permitiera dedicarse a ella. El CONICET financiaba, además, el proyecto de investigación en el que el becario/tesista participaba. Esta actividad del CONICET, la de financiar los proyectos de investigación de sus becarios e investigadores, ha estado más recientemente limitada por razones presupuestarias.
La obtención del doctorado en las universidades argentinas suele incluir una demanda excesiva de horas de clase y cursos rutinarios que consumen valioso tiempo que podría emplearse mejor. Podría usarse en la elaboración de un proyecto factible de investigación, en un área distinta de la de su tesis y del interés del supervisor, como se requiere en universidades del primer mundo. Esta actividad permitiría que el tesista desarrollase su capacidad de pensar y planear independientemente lo cual no sólo mejoraría su formación sino que ayudaría a distinguir a los tesistas con mayor potencial.
La tercer tercera etapa en la formación científica, el postgrado, posterior al doctorado, tradicionalmente se ha realizado en el exterior con las becas externas del CONICET u otras fuentes de becas. Actualmente el CONICET tiene becas posdoctorales para ser realizadas en el país, aunque con frecuencia los postdocs continúan en el mismo lugar y con el mismo tema. Esta es una etapa crítica en la formación de nuevos científicos y es generalmente un período muy productivo en la vida de los jóvenes científicos por lo que los más calificados obtienen con relativa facilidad ubicación como postdocs en Estados Unidos y Europa. Sin embargo, hay quejas porque en ocasiones los investigadores principales (PI) que le pagan al postdoc con fondos de sus subsidios tienden a considerarlos como obreros calificados y no como científicos en formación (Science, 11/08/06, p 748). La National Science Foundation ha dado un primer paso en responder a este problema solicitando a los PI informar las medidas que toman para que sus postdocs adquieran habilidades vitales tales como redactar proyectos, manejar laboratorios, ética de la investigación y participación en la enseñanza. La National Postdoctoral Association de Estados Unidos espera que estas normas se profundicen y sean adoptadas por otros organismos. En la Argentina esta tercera etapa está poco elaborada y es escasa la tendencia de fomentar la independencia de jóvenes investigadores y la creación de nuevas líneas de investigación. Ambas actividades deberían estar regidas por estrictos criterios de excelencia para evitar un mero crecimiento cuantitativo y “nuevas” líneas improductivas.
Es conocido que el rápido desarrollo reciente de países como Irlanda, Corea del Sur, Finlandia y otros se fundó en un decidido y constante apoyo prioritario a la Educación, Ciencia y Tecnología entre otras razones. Finlandia se destaca por ocupar el primer lugar en evaluaciones de lengua y ciencia de la OCDE y el segundo en matemáticas, destinar el 6% del PBI a educación y por una rigurosa selección de los docentes, aún de los maestros que son de formación universitaria. La Argentina debería seguir estos ejemplos y promover la formación de un mayor número de jóvenes científicos calificados y asegurarles su futuro en nuestro país.
Dr Rubén H. Vallejos
¿QUÉ OPINAS?
¿Cómo se logra la generación de nuevos científicos? Y ¿De qué depende la calidad que alcancen?
En la formación de científicos se pueden distinguir 3 etapas: a) la formación de grado, b) la iniciación en la investigación que es generalmente coincidente con la elaboración de una tesis doctoral, y c) la formación de postgrado.
La primera etapa, la obtención de un grado, se logra en las universidades. Pese a que las universidades nacionales son gratuitas no todos los jóvenes con capacidad potencial llegan. Dada la extendida franja de pobreza que aflije a nuestro país muchos no pueden completar el secundario y, a veces, ni el primario y quedan excluidos. Así se pierden irremediablemente talentos que el país no podrá recuperar.
En la Argentina hay conciencia de que la educación está en crisis en todos los niveles incluyendo el universitario. Un dato puntual insoslayable de esa crisis es que el promedio de la duración de las carreras es mucho mayor de lo que está planeado. Por ejemplo en todas las carreras de Ciencias Biológicas de las Universidades Nacionales el promedio de la duración de los planes era en 1997 de 5 años y medio pero el promedio de graduación era de 8 años y medio. Estimamos que en la actualidad sigue en esos valores (la Pág. de Estadísticas de la Secretaría de Políticas Universitarias está “en construcción”). Esta anómala y prolongada situación que perjudica a todos los graduados y no sólo a los futuros científicos no parece haber generado el análisis, debate y propuestas que la incongruencia amerita. Incongruencia porque la marcada discrepancia implica que los planes de estudios estarían mal diseñados (enciclopedistas, reiterativos, exceso de carga horaria, etc.) o mal ejecutados o una combinación de ambos tipos de razones. Siendo estas causas eminentemente académicas (no dependerían de los escasos recursos financieros) es inexplicable que no se rectifiquen. La magnitud del daño se puede apreciar en que, en esos tres años perdidos, el promedio de los graduados debería estar muy avanzado en sus tesis doctorales o en plena actividad profesional. En los países desarrollados el grado (Master o equivalente) se obtiene en 4-5 años y por lo tanto el postgrado, el Ph. D., a los 25-26 años, edad en que los argentinos recién se están graduando.
Otro problema con los graduados universitarios es la calidad de la formación adquirida por cada uno de ellos y la dificultad en evaluarla. Hace tiempo cuando el Dr. Guillermo Jaim Echeverry era Decano de Medicina de la UBA intentó negarse a firmar títulos de médicos cuyo promedio de notas en la carrera era de aplazado. Este fenómeno de títulos habilitantes otorgados con promedio aplazado sigue ocurriendo en diversas facultades del país, y no sólo de medicina. Lamentablemente la información estadística no está fácilmente disponible. ¿ Cuál es entonces el nivel de calidad de nuestros graduados universitarios?
La segunda etapa en la formación de científicos es el inicio en la investigación que sólo fue posible sistemáticamente en la Argentina a partir de 1958 cuando el Dr. Bernardo Houssay logró fundar el CONICET. Éste, con su sistema de becas y la carrera del investigador científico que permite a los jóvenes con mayor vocación y capacidad dedicar sus vidas a la investigación ha sido y es una institución esencial en el desarrollo de la Ciencia en la Argentina. Antes de 1958 el acceso a la investigación estaba limitado a quienes contaron con una renta que les permitiera dedicarse a ella. El CONICET financiaba, además, el proyecto de investigación en el que el becario/tesista participaba. Esta actividad del CONICET, la de financiar los proyectos de investigación de sus becarios e investigadores, ha estado más recientemente limitada por razones presupuestarias.
La obtención del doctorado en las universidades argentinas suele incluir una demanda excesiva de horas de clase y cursos rutinarios que consumen valioso tiempo que podría emplearse mejor. Podría usarse en la elaboración de un proyecto factible de investigación, en un área distinta de la de su tesis y del interés del supervisor, como se requiere en universidades del primer mundo. Esta actividad permitiría que el tesista desarrollase su capacidad de pensar y planear independientemente lo cual no sólo mejoraría su formación sino que ayudaría a distinguir a los tesistas con mayor potencial.
La tercer tercera etapa en la formación científica, el postgrado, posterior al doctorado, tradicionalmente se ha realizado en el exterior con las becas externas del CONICET u otras fuentes de becas. Actualmente el CONICET tiene becas posdoctorales para ser realizadas en el país, aunque con frecuencia los postdocs continúan en el mismo lugar y con el mismo tema. Esta es una etapa crítica en la formación de nuevos científicos y es generalmente un período muy productivo en la vida de los jóvenes científicos por lo que los más calificados obtienen con relativa facilidad ubicación como postdocs en Estados Unidos y Europa. Sin embargo, hay quejas porque en ocasiones los investigadores principales (PI) que le pagan al postdoc con fondos de sus subsidios tienden a considerarlos como obreros calificados y no como científicos en formación (Science, 11/08/06, p 748). La National Science Foundation ha dado un primer paso en responder a este problema solicitando a los PI informar las medidas que toman para que sus postdocs adquieran habilidades vitales tales como redactar proyectos, manejar laboratorios, ética de la investigación y participación en la enseñanza. La National Postdoctoral Association de Estados Unidos espera que estas normas se profundicen y sean adoptadas por otros organismos. En la Argentina esta tercera etapa está poco elaborada y es escasa la tendencia de fomentar la independencia de jóvenes investigadores y la creación de nuevas líneas de investigación. Ambas actividades deberían estar regidas por estrictos criterios de excelencia para evitar un mero crecimiento cuantitativo y “nuevas” líneas improductivas.
Es conocido que el rápido desarrollo reciente de países como Irlanda, Corea del Sur, Finlandia y otros se fundó en un decidido y constante apoyo prioritario a la Educación, Ciencia y Tecnología entre otras razones. Finlandia se destaca por ocupar el primer lugar en evaluaciones de lengua y ciencia de la OCDE y el segundo en matemáticas, destinar el 6% del PBI a educación y por una rigurosa selección de los docentes, aún de los maestros que son de formación universitaria. La Argentina debería seguir estos ejemplos y promover la formación de un mayor número de jóvenes científicos calificados y asegurarles su futuro en nuestro país.
Dr Rubén H. Vallejos
¿QUÉ OPINAS?
viernes, diciembre 01, 2006
CIENCIA E HISTORIA: LA ISLA DE PASCUA
Mi interés por la Historia fue cimentado por mi Profesora de Historia Antigua en el 1er. Año del bachillerato, que nos alimentó con premios tales como el libro “La guerra de las Galias”, por Julio César, que me tocó un trimestre. Mi admiración por Atenas y su Siglo de Oro, el Rey Filipo y su hijo Alejandro el Magno se vio contrastada con mi primer visita a la Grecia actual, tan lejos de lo que fue hace 25 siglos. Arnold J. Toybee me fascinó con su descripción de cómo se construyeron imperios y cómo decayeron. La historia más cercana de las Américas llamaba mi atención. Tenía una población indígena estimada en 30-40 millones antes de la Conquista y habían surgido los imperios Azteca e Incaico y las ciudades estado de los Mayas, pero ¿por qué no se encontraron civilizaciones de similar desarrollo en lo que hoy es Brasil y Argentina? ¿Por qué América del Norte y del Sur evolucionaron en forma tan distinta después de la Conquista?
Mi formación y principal actividad en la vida fueron y son la Ciencia. Recientemente el encuentro con las obras de Jared Diamond me permitieron reconciliar mi interés en la Ciencia y en la Historia. Diamond, biólogo y Profesor en la Universidad de California, ha escrito “Guns, Germs and Steel” en 1997 y el año pasado “Collapse”, donde analiza extensamente, con un enfoque científico, cómo las sociedades eligen triunfar o colapsar. Entre los numerosos ejemplos que estudia el más simple y fascinante es el de la Isla de Pascua. Esta pequeña isla volcánica (22 x 5 Km, 160 km2) está aislada en el Pacífico a 3600 Km de Chile y 2100 Km de Pitcairn de la Polinesia Oriental. Fue descubierta en 1772 en el día de Pascua por J. Roggeween que la describió como una isla desolada sin árboles ni animales, salvo ratas, y con una población indígena (cerca de 2000) que vivía precariamente con pollos y unos pocos cultivos como alimento. Se sucedieron ocasionales visitantes pero en 1859 y 1963 piratas peruanos se llevaron como esclavos 1500-2000 pascuenses para trabajar en las minas donde murieron casi todos. Ante denuncias internacionales Perú devolvió dos docenas de los secuestrados. La isla fue anexada por Chile en 1888.
Fuerte sorpresa causó a los visitantes del siglo XVIII la presencia de grandes estatuas, los “moais”, talladas en piedra, de 15-30 m de alto, 80-270 Ton, ubicadas en plataformas de piedra (los “ahu”). Durante más de dos siglos se ha discutido quiénes los habían tallado y cómo habían sido transportados de las canteras hasta su emplazamiento. Los visitantes se negaban a creer que los pascuenses los hubieran tallado y transportado dada la precariedad en que vivían, y la ausencia de animales y árboles en la isla. Durante años se especuló sobre este misterio. Thor Heyersdahl supuso que Pascua tenía que haber sido poblada por una sociedad más avanzada como alguna de las indígenas americanas y para probarlo hizo el viaje en 1955 en la Khon Tiki desde la costa peruana. Un escritor suizo, Erich von Daniken, ferviente partidario de presuntas visitas de extraterrestres, atribuyó los moais a los tripulantes de un OVNI accidentado en la isla. La Ciencia en sus diversas ramas tales como la Antropología, Paleontología, Palinología, etc., y mediante múltiples trabajos especializados han podido contribuir a resolver algunos de los misterios de la isla de Pascua. Así, los pascuenses son de origen polinesio sin lugar a dudas. Hablaban un dialecto polinesio; tallaban sus flechas, anzuelos y azadas de piedra como los polinesios; el análisis del DNA de esqueletos muestra evidencias que lo relacionan con el de los polinesios y descartan un posible origen americano como sugirió Thor Heyersdhal en 1955; los cultivos y pollos que trajeron los colonizadores y hasta las ratas “polizontes” son de origen asiático.
El Hombre que surgió hace unos 100.000 años en las sabanas africanas se extendió por toda Asia y finalmente, hace 40.000 llegó a Australia. La colonización de la Polinesia se extendió entre los siglos V a XIII de Oeste a Este a medida que los polinesios perfeccionaban su capacidad como navegantes. Posiblemente en el siglo X un grupo reducido de colonizadores polinesios navegó en 23 semanas los 2.100 Km que separan Pitcairn o Mangarena de la isla de Pascua. Hay evidencia que ellos llegaron a la playa de Anakena en la costa norte donde se establecieron. En los siguientes 6-8 siglos la población creció hasta un total que pudo ser de alrededor de 15.000 habitantes. La misma requirió de una agricultura intensiva con diques e irrigación, el agua es escasa en la isla, y gallineros y quintas de piedra. La evidencia arqueológica sugiere que estaban organizados en 11 o 12 clanes de 1-2000 personas con un territorio donde cada uno tenía su plataforma ahu con sus moais cerca del mar, 6-8 hare paengas (construcciones ceremoniales) casas circulares para el pueblo y sus propios huertos y gallineros. Los clanes compartían las canteras donde tallaban las estatuas, los caminos para transportarlas y las playas para salir a pescar, lo que supone que tenían algún Gran Jefe o Consejo para organizar estos aspectos. Durante siglos compitieron pacíficamente en construir los moais cada vez mayores, pero finalmente la competición se tornó violenta.
El misterio del transporte de los moais con su enorme peso quedó resuelto cuando se demostró prácticamente que con troncos formando una especie de rieles y sogas, 50-500 hombres podrían arrastrarlos de las canteras a sus ahu en pocos días. La erección de los moais se puede lograr formando una rampa de piedras. Pero ¿de dónde salieron los troncos y árboles necesarios no solamente para esta tarea sino para techar las construcciones y construir las canoas? La palinología (estudio del polen arqueológico) ha permitido visualizar que la isla estuvo cubierta por frondosos bosques antes de su colonización. Entre los árboles había palmas viníferas (Jubaea sp.) con troncos de 1.5 m de diámetro que proveía savia, nueces y hojas; Triufetta semitriloba y Brousonetia papyrifera cuyas cortezas se podían trenzar en sogas y ropas y un manzano malayo (Syzygium malacense). ¿Qué pasó con esos bosques y con los habitantes que fueron capaces de tallar y transportar los moais?
Un desastre ecológico provocado por los pascuenses con una continua deforestación, una agricultura intensiva y una competencia entre los clanes que se volvió violenta al comenzar a escasear los recursos y los alimentos. Sin troncos para canoas no pudieron salir a pescar. Hay evidencias de que el hambre los llevó a practicar la antropofagia y diezmó la población.
Tal vez la isla de Pascua con sus impresionantes monumentos sea un mensaje y una advertencia a la humanidad de que tenemos que vivir en armonía con el medio ambiente y crecer sólo en forma sustentable o arriesgarnos a regresar al tiempo de las cavernas.
( Resumen de una charla dada en “ Encuentros con la Ciencia” el 5/07/06)
Mi formación y principal actividad en la vida fueron y son la Ciencia. Recientemente el encuentro con las obras de Jared Diamond me permitieron reconciliar mi interés en la Ciencia y en la Historia. Diamond, biólogo y Profesor en la Universidad de California, ha escrito “Guns, Germs and Steel” en 1997 y el año pasado “Collapse”, donde analiza extensamente, con un enfoque científico, cómo las sociedades eligen triunfar o colapsar. Entre los numerosos ejemplos que estudia el más simple y fascinante es el de la Isla de Pascua. Esta pequeña isla volcánica (22 x 5 Km, 160 km2) está aislada en el Pacífico a 3600 Km de Chile y 2100 Km de Pitcairn de la Polinesia Oriental. Fue descubierta en 1772 en el día de Pascua por J. Roggeween que la describió como una isla desolada sin árboles ni animales, salvo ratas, y con una población indígena (cerca de 2000) que vivía precariamente con pollos y unos pocos cultivos como alimento. Se sucedieron ocasionales visitantes pero en 1859 y 1963 piratas peruanos se llevaron como esclavos 1500-2000 pascuenses para trabajar en las minas donde murieron casi todos. Ante denuncias internacionales Perú devolvió dos docenas de los secuestrados. La isla fue anexada por Chile en 1888.
Fuerte sorpresa causó a los visitantes del siglo XVIII la presencia de grandes estatuas, los “moais”, talladas en piedra, de 15-30 m de alto, 80-270 Ton, ubicadas en plataformas de piedra (los “ahu”). Durante más de dos siglos se ha discutido quiénes los habían tallado y cómo habían sido transportados de las canteras hasta su emplazamiento. Los visitantes se negaban a creer que los pascuenses los hubieran tallado y transportado dada la precariedad en que vivían, y la ausencia de animales y árboles en la isla. Durante años se especuló sobre este misterio. Thor Heyersdahl supuso que Pascua tenía que haber sido poblada por una sociedad más avanzada como alguna de las indígenas americanas y para probarlo hizo el viaje en 1955 en la Khon Tiki desde la costa peruana. Un escritor suizo, Erich von Daniken, ferviente partidario de presuntas visitas de extraterrestres, atribuyó los moais a los tripulantes de un OVNI accidentado en la isla. La Ciencia en sus diversas ramas tales como la Antropología, Paleontología, Palinología, etc., y mediante múltiples trabajos especializados han podido contribuir a resolver algunos de los misterios de la isla de Pascua. Así, los pascuenses son de origen polinesio sin lugar a dudas. Hablaban un dialecto polinesio; tallaban sus flechas, anzuelos y azadas de piedra como los polinesios; el análisis del DNA de esqueletos muestra evidencias que lo relacionan con el de los polinesios y descartan un posible origen americano como sugirió Thor Heyersdhal en 1955; los cultivos y pollos que trajeron los colonizadores y hasta las ratas “polizontes” son de origen asiático.
El Hombre que surgió hace unos 100.000 años en las sabanas africanas se extendió por toda Asia y finalmente, hace 40.000 llegó a Australia. La colonización de la Polinesia se extendió entre los siglos V a XIII de Oeste a Este a medida que los polinesios perfeccionaban su capacidad como navegantes. Posiblemente en el siglo X un grupo reducido de colonizadores polinesios navegó en 23 semanas los 2.100 Km que separan Pitcairn o Mangarena de la isla de Pascua. Hay evidencia que ellos llegaron a la playa de Anakena en la costa norte donde se establecieron. En los siguientes 6-8 siglos la población creció hasta un total que pudo ser de alrededor de 15.000 habitantes. La misma requirió de una agricultura intensiva con diques e irrigación, el agua es escasa en la isla, y gallineros y quintas de piedra. La evidencia arqueológica sugiere que estaban organizados en 11 o 12 clanes de 1-2000 personas con un territorio donde cada uno tenía su plataforma ahu con sus moais cerca del mar, 6-8 hare paengas (construcciones ceremoniales) casas circulares para el pueblo y sus propios huertos y gallineros. Los clanes compartían las canteras donde tallaban las estatuas, los caminos para transportarlas y las playas para salir a pescar, lo que supone que tenían algún Gran Jefe o Consejo para organizar estos aspectos. Durante siglos compitieron pacíficamente en construir los moais cada vez mayores, pero finalmente la competición se tornó violenta.
El misterio del transporte de los moais con su enorme peso quedó resuelto cuando se demostró prácticamente que con troncos formando una especie de rieles y sogas, 50-500 hombres podrían arrastrarlos de las canteras a sus ahu en pocos días. La erección de los moais se puede lograr formando una rampa de piedras. Pero ¿de dónde salieron los troncos y árboles necesarios no solamente para esta tarea sino para techar las construcciones y construir las canoas? La palinología (estudio del polen arqueológico) ha permitido visualizar que la isla estuvo cubierta por frondosos bosques antes de su colonización. Entre los árboles había palmas viníferas (Jubaea sp.) con troncos de 1.5 m de diámetro que proveía savia, nueces y hojas; Triufetta semitriloba y Brousonetia papyrifera cuyas cortezas se podían trenzar en sogas y ropas y un manzano malayo (Syzygium malacense). ¿Qué pasó con esos bosques y con los habitantes que fueron capaces de tallar y transportar los moais?
Un desastre ecológico provocado por los pascuenses con una continua deforestación, una agricultura intensiva y una competencia entre los clanes que se volvió violenta al comenzar a escasear los recursos y los alimentos. Sin troncos para canoas no pudieron salir a pescar. Hay evidencias de que el hambre los llevó a practicar la antropofagia y diezmó la población.
Tal vez la isla de Pascua con sus impresionantes monumentos sea un mensaje y una advertencia a la humanidad de que tenemos que vivir en armonía con el medio ambiente y crecer sólo en forma sustentable o arriesgarnos a regresar al tiempo de las cavernas.
( Resumen de una charla dada en “ Encuentros con la Ciencia” el 5/07/06)
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